El Autor.
Pero aquí estamos publicando como es habitual. Esta vez, podrán ver que a nuestro amigo se le ablandó el corazón . Porque no vayan a pensar que lo que hizo fue con mala intención. Para nada…
Aprovecho de recordarles que esta es la última semana de la Expo de La Nueva Gráfica Chilena (en Matucana 100) donde participa GUAU!
Buena semana.
Saludos,
Próxima Actualización: Viernes 23 de Mayo (¡Y no hubo especial! Tal vez el viernes…).
El Autor.
Esta vez, a uno que anda por los suelos penquistas…
Blog recomendado: Si te gusta o interesa la animación, el blog de PIXAR te va a encantar. http://pixaranimation.blogspot.com
Saludos.
Próxima Actualización: Viernes 16 de Mayo.
El Autor.
Este número está dedicado a todas las madres, a las presentes, a las futuras, a las pasadas, a las que, sin ser madres, cumplen esa función y especialmente a Nuestra Madre, Virgen María, víctima de un atentado incendiario hace un par de semanas.
Saludos y buen día.
El Autor.
Más encima, un volcán amenaza una gran localidad de nuestro país. Esperemos que no pase nada. Fuerza a los chaiteninos y sobre todo a los pobres animalitos ahí abandonados.
Aprovecho de agradecer a todos sus palabras y visitas por el homenaje póstumo a mi perro. Y no hablo solo de los mensajes dejados acá, sino a quienes enviaron un e-mail o llamaron por teléfono.
Desde hoy voy a comenzar a recomendar algunos blogs destacados e interesantes que he ido encontrando en el camino.
Hoy, algunos cuentos en: http://letrasdeunasopa.blogspot.com
Sería todo. Cambio y fuera.
Próxima Actualización: Lunes 12 de Mayo.
El Autor.
Más abajo, un sentido y humilde homenaje. Léanlo.
Saludos.
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No es justo. Un perro tan especial, único, no tenía que morir así. Debía morir de viejo, como ya lo estaba.
Él, el perro que comía sólo pan con mantequilla. El que pasaba horas bajo el sol, persiguiéndolo durante todo el día en cada rincón de la casa. El que, según la Aurelita (nuestra más querida nana) “sólo le faltaba hablar”. El que las veces que se enfermaba, como un hijo más sabía a quien acudir: a nuestros padres. El que en sus primeros años se deprimía al verse amarrado a una correa, sentado con la cabeza gacha y las cejas hacia abajo. Pero que con el tiempo entendió que la correa era sinónimo de paseo y entretención. El que podía saltar más de un metro para alcanzar el jamón, carne o queso que le ofrecíamos; o para pasar el muro que lo separaba del patio trasero y delantero, arrancando de un posible baño o curioseando la llegada de un extraño. El que una vez, en 10 segundos, se comió las hamburguesas de todos nuestros platos sin hacer ningún desorden ni tocar el arroz que la acompañaba. El que sigilosamente podía quitarte una presa de pollo en tus narices sin que te dieras cuenta. El que nos liberó de varios ratones con su olfato e instinto. El que jamás comió verdura alguna, excepto en sus últimos días, ya sea por pérdida de olfato o porque su cuerpo se lo pedía. El que a la orden de “sit” (siéntate) sólo lo hacía con algo de comer frente a sus ojos. El que jamás dejó de perseverar frente a un objetivo en su cabeza, por muy imposible que fuera. El que cada mañana te visitaba en tu pieza y con su naricita húmeda tocaba tu mano y se sentaba a esperar permiso para subir. El que buscaba en cada cama la profundidad de las sábanas, junto a los pies. El que con sus innumerables caras nos divertía y conmovía.
Él, la inspiración de este personaje, la voz de este espacio.
Nos viste crecer, cumplir años, pasar y repetir de curso, salir del colegio (a todos), entrar a la universidad, cambiar de carreras o dudar de ellas, titularnos, recibir innumerables visitas, ser testigo de nacimientos y muertes; trabajar.
De alguna forma, eres omnipresente. Estás en nuestros recuerdos, en cada rincón de nuestra casa y en cada lugar que visitamos. Sí, porque ahí donde íbamos, dejamos uno de tus pelos.
Te gustaba la aventura, de ahí tu nombre. Conociste el campo, la playa, lagunas, parques, universidades; perseguiste pájaros y patos hasta casi ahogarte. Cazaste insectos y jugabas con ellos. Perseguiste perros más grandes que tú. Y así y todo, le temías a cosas simples como un globo, una pelota o una bolsa.
Con 14 años humanos, acompañándome la mitad exacta de mi vida y mucho más la de mis hermanos; con más de 100 años perrunos, no merecías morir así.
Nos abandonaste en la forma más indigna en la que puede morir un perro: atropellado. Sobreviviste a uno. Pero no a dos.
Pero te recogimos y te enterramos en nuestro patio. Como te mereces, como uno más de nuestra familia. Esta, a la que le regalaste tantos momentos de alegría y a la que jamás, JAMÁS, dejaste de sorprender.
Adiós, amigo.
Próxima Actualización: Viernes 9 de Mayo.
El Autor.
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